lunes, 29 de septiembre de 2014

Frases célebres de la peque



Cuando yo era muy pequeña,  tal vez de la edad de Blanca, mi madre pasó mucha vergüenza conmigo porque al cruzarnos con un hombre enano dije gritando: "Mira mamá,  el enanito saltarín" (que era un cuento que me contaba mi abuelo)
Ahora,  la que a veces se encuentra en situaciones comprometidas por la inocente sinceridad de una niña, soy yo. Desde ponerse a decir delante de alguien que qué raro habla hasta tirarse unos pedos tremendos delante de cualquiera (en la consulta de un médico,  en casa de alguien...)
Me parece pequeña para explicarle algunas normas sociales y las adapto como puedo. Además,  me lo paso bomba con sus ocurrencias y, con la risa que me suelen dar sus ideas y explicaciones, no hay lugar para nada más. Además de esas situaciones, la mayoría de los días me hacen gracia sus razonamientos. Lo peor de todo es que tienen su lógica.
Sobre graffitis
Íbamos por la calle, vió una pared pintada con una cruz gamada y dijo: "Mira mamá. Han pintado un molinillo de viento y se les ha olvidado dibujar el palito. Creo que deberíamos pintarlo nosotras"
Sobre temas escatológicos
Blanca: "¿Hueles algo mami?"
Mamá: "Uf. Sí. ¿Te has tirado un pedete?
Blanca: "Ha sido Charlie"
Mamá: "Pero si estamos en casa de la abuela y él está en casa"
Blanca: "Es que huele mucho y ha llegado hasta aquí"
Sobre belleza
"Mira, tengo un granito en el brazo igual que los que te salen a ti en la cara mamá" (si es una picadura de mosquito,  snif...)
Blanca: "Hazme una trenza detrás como la de Elsa"
Mamá: "Es que con el pelo tan corto no sé"
Blanca: "Pues invéntatela"
Sobre lo mayor que es
"Papá es un hombre y nosotras somos ya dos murjecitas... ¿Verdad que sí?" (De casi la misma edad)
"Vamos a jugar a que este muñeco es mi hermanito, que tiene 2 meses, y que yo soy su hermana mayor, que tengo miles de años" (Sí,  los muñecos son sus hermanos y ella es Matusalén)
Sobre amores
Blanca: "¡Papá, te quiero muchísimo!"
Papá: "No me digas"
Blanca: "Vale, no te lo diré"
Blanca: "Mamá,  hoy me he casado con Alejandro"
Mamá: "¿Y cómo se casa uno?" (Sí,  tenía miedo!)
Blanca: "Pues de la mano, delante de uno"
"Mamá,  si le das un beso a papá en la boca te va a pegar todos los virus"

domingo, 28 de septiembre de 2014

Los premios no funcionan


Desde que comencé mi andadura como madre y empezaron mis primeras lecturas sobre crianza adopté con mucho ímpetu la idea de que los castigos y los premios no me gustaban. Tenía muy claro que castigar a un niño no servía para nada que no fuese humillarle y hacerle sentirse mal. Sabía que no aprendería nada productivo de un castigo, pero no me había quedado tan claro el tema de los premios. Comprendía que enseñar a base de premios no llevaba a que el niño acabase haciendo las cosas porque quería hacerlas o porque entendiese el motivo por el que las hacía, sino sólo motivado por el logro de una gratificación.

¿Pero era tan malo premiar algunos comportamientos?
¿Y era evitable? Un simple gesto de mi cara ya podía premiar a mi hija ante una acción suya (una sonrisa, cara de asombro...)

Quizás por no tenerlo tan claro, llegó la situación en la que no se me ocurrió otra cosa que recurrir a los premios. Blanca comenzó a aguantar el pipí 6 y 7 horas. Siempre tenía algo más interesante que hacer. Nunca quería dejar de hacer lo que estuviese haciendo para hacer pipí. No se lo hace encima pero aguanta hasta que ya no puede más y entonces,  después de mil horas, ya lo hace. Probé a estar encima de ella y se enfadaba,  probé a no decirle nada y aguantaba lo indecible,  le expliqué que aguantar la orina no era bueno y que podía enfermar, y me quedé sin recursos. Nada funcionaba.

Cuando comenzó el colegio no hacía pipí hasta que volvía a casa y yo le pedía que fuese al cuarto de baño. Mi impotencia iba en aumento.  ¿Qué sucedería cuando en octubre comience a ir hasta las 17:00 dos días en semana? ¿Aguantaría 9 horas? Me angustiaba tanto la idea que hice una tabla para premiar que hiciese pipí sin que nadie se lo pidiera.

La primera semana fue bien, la segunda fue genial y la tercera...pasa de gomets,  de premios y otra vez ha dejado de pedir hacer pipí. Me ha quedado muy claro que no hay nada que yo como madre sea capaz de hacer para que ella no aguante tanto tiempo. Quizás sea ella sola la que deba comprender, espero que no a base de coger infecciones de orina, que debe ir al baño sin aguantar tanto tiempo. Pero lo que más claro me ha quedado es que los premios no funcionan. Quizás sí de forma temporal, pero no a largo plazo. Al menos he sacado algo positivo de esta experiencia y lo he "comprobado de forma empírica". Quizás hasta que ella no lo compruebe también no lo aprenda :(

miércoles, 10 de septiembre de 2014

Borregos

Hace un par de fines de semana pasábamos un rato en un centro comercial de Granada, huyendo del calor, mientras Blanca dormía en su carro. Habíamos ido a pasar unos días. La pobre se sale por todas partes y ya apenas lo usamos, pero en ese viaje, sabíamos que se cansaría y que no podría descansar si no llevábamos el carrito. Imaginad a una niña de casi cuatro años que usa ropa de seis años, la pobre no cabe.


Nos cruzamos con un matrimonio con dos hijos pequeños (calculo que de unos 6 y 8 años) y el más pequeño de ellos le preguntó a la madre extrañado que por qué iba una niña tan mayor en un carrito. Hasta ahí todo normal, pero la señora, mirando a Blanca con mala cara, contestó algo que me dejó bastante indignada...
"No lo sé. Yo estoy tan asombrada como tú"

Pude contestarle (sin necesidad de elevar la voz, porque estaba a su lado) que mi hija era pequeña,  que sentía que sus hijos fuesen tan bajitos y ella tan maleducada, que estábamos de vacaciones y se cansaba...pero no dije nada. Realmente no me importa lo que piense esa mujer, me preocupa lo que pueda oír mi hija y ella estaba dormida.

Cada vez más estoy convencida de que no vivo en una sociedad que me guste. Mientras más tiempo pasa doy menos cosas por hecho, me molesta más la mala educación y me importa menos lo que piense la gente de mí. Supongo que los años hacen que los valores vayan evolucionando y eso, lejos de darme vértigo,  me hace sentirme libre. En resumen, cada vez hago más lo que me parece, aunque no se acerque ni de lejos a lo que los demás esperan.

Por eso, cuando analizo mis frustraciones cuando la peque no me hace caso, me parece irónico. No quiero que haga lo que quiera pero tampoco que sea una persona que no se cuestione las cosas. Me parece que tiene que aprender a desarrollar un sentido crítico, a cuestionarse todo lo que lee y oye,...pero también deseo que aprenda a empatizar, a respetar a los demás.  Hay una fina línea y, al menos en mi caso, tengo que trabajar muchísimo para no transgredir los límites entre inculcar e imponer.

No quiero que ella piense que a cierta edad o con cierto tamaño no se puede ir en carrito, que crea que puede criticar a alguien por lo que hace, que se crea con derecho a juzgar a las personas...no quiero que se convierta en una borrego maleducada como la que vimos en un centro comercial.
En mi intento por aprender a ser una guía más que a imponer, tengo muy claro que intentaré transmitirle una máxima que me acompaña en mi vida: "No hagas a los demás lo que no quieras que te hagan a ti mismo"