viernes, 30 de mayo de 2014

El club de las madres raras (y padres)

A veces me he sentido un espécimen extraño de un documental de animales. Mis sensaciones, mis ideas, mis inquietudes, no suelen ser las mismas que las de la mayoría de mujeres que me rodean.
Ya cuando nació mi hija me convertí en un bicho raro. La amamanté siempre a demanda cuando la mayoría lo hacía por períodos y le di el pecho treinta y siete meses, cuando en mi entorno cercano nadie superaba los cinco o seis.
Durmió conmigo hasta pasados los dos años desoyendo consejos, cuando la mayoría de madres que conocía los sacaban de su habitación a los cuatro o cinco meses. No le di papillas e introduje los alimentos enteros...¿Pero qué barbaridad más bárbara era esa? ¡Por Dios y por la Virgen de los Dolores! ;)
Superadas esas "excentricidades" me acostumbré a ser la rarita y hasta me gustaba el punto desafiante que tenía el contestar los comentarios que emitían los demás. Pero gracias a las redes poco a poco fui descubriendo que no era la única madre loca, rara y que hacía las cosas de otra forma. Poco a poco hasta tuve amigas que eran todavía más raras y más locas que yo, y que me inspiraban para continuar aumentando mi mala fama :D

lunes, 19 de mayo de 2014

La adolescencia de la infancia

Siempre había oído hablar de los "terribles dos años" como la etapa de la infancia de un niño en la que más pataletas, rabietas y conflictos podía haber. Yo había leído que las dificultades verbales de los pequeños, y su todavía escasa capacidad para explicar las cosas, les hacía disgustarse muchísimo y eso originaba problemas de incomprensión por parte de los padres. Yo estaba preparada. ¡¡Iba a empatizar con ella!! Qué bonita es la teoría...¿verdad? Pero los dos años pasaron sin problemas, sin pataletas, sin apenas gritos ni rabietas y pensé que no había sido para tanto, hasta que llegaron los "HORRIBLES TRES AÑOS"


¿Dónde quedaron esas tardes tranquilas y divertidas de manualidades y juegos? ¿Cuándo volverán las mañanas en las que se levanta sin gritar y sin pegar? ¿Quién es esa pequeñaja díscola y qué ha hecho con mi hija?

lunes, 12 de mayo de 2014

Una de cumpleaños


Pues sí, una va teniendo ya una edad. No lo voy a esconder. El jueves de esta semana cumplo la friolera de TREINTA Y SEIS años, nada más y nada menos. Madre mía, como pasa el tiempo. Si hace nada me levanté una mañana y escuché a mi madre cantarme "Quince años tiene mi amor..." emulando al dúo dinámico. ¿Ya han pasado veinti...? Mejor no lo calculo, que me da un poco de vértigo.

El tiempo pasa demasiado deprisa y yo, que soy bastante inconsciente en muchas ocasiones, muy impulsiva casi siempre y que, sobre todo últimamente, paso de casi todo...en mi faceta como madre soy todo lo contrario. Mis inquietudes, mis inseguridades, mi sentido de responsabilidad para con mi hija, para intentar no ser una madre desastrosa todo el tiempo, hacen que me pare, reflexione y llegue a muchas conclusiones, como la de que...

¡¡¡Mi hija tiene una madre mayor!!!

¡Pero si mi edad mental es de diez años menos! (Por lo menos)
¡Pero si cuando me quedé embarazada a los 31 mi ginecólogo dijo era una edad estupenda para tener hijos! (Y él es DOCTOR, sabe de esto)
¡Pero si juego con ella a hacer castillos y muñecos en la arena, a pintar, a saltar...y a todo lo que haga falta! (Y llevo en brazos continuamente sus 20 kilitos de peso)

jueves, 1 de mayo de 2014

Hija única

Una muy buena amiga mía siempre me decía que tenía la vida muy planificada y tenía razón. Con cierta edad me casaría, con tal edad tendría los hijos para no ser una madre muy mayor, y hasta tenía calculada la edad a la que debía comenzar a cotizar para asegurarme una buena jubilación. El devenir de los años, un despido embarazada en plena crisis y otros altibajos, me fueron descubriendo una realidad bien distinta, que aunque bastante alejada de mi plan inicial, ha acabado por demostrarme que el albedrío también puede hacerte muy feliz.

Ahora ya no planifico a largo plazo y he aprendido a resignarme con lo que viene. No lo entendáis como algo negativo, sino más bien como una rápida aceptación de lo que sucede y no se puede cambiar. Puede ser visto como una rendición ante lo que ocurre pero yo prefiero pensar que es el mejor camino para la felicidad.

Y en esas estoy ahora, resignándome con que mi hija va a ser hija única. Era una de esas cosas sobre las que tenía certeza absoluta que no pasarían. Yo fui hija única muchos años y no quería eso para Blanca. Tuve muchas cosas buenas que nunca habría tenido probablemente de haber tenido hermanos y no me refiero a cosas materiales, sino al tiempo. Mi madre me dedicó mucho tiempo, para jugar, para hacer manualidades, para ir en bici al parque, para dejarme dormir con ella. Tuve una relación en la infancia con ella muy distinta a la que después tuvieron mis hermanas cuando eran pequeñas.

¿Y por qué desear un hermano para mi hija si a mí no me fue tan mal?
Pues porque siempre he pensado que los hermanos tienen unas vivencias juntos, sienten un amor tan grande, disfrutan tanto unos de otros cuando son pequeños...que es algo que quería que mis hijos tuvieran.

Mi pareja dice que yo tengo idealizado lo que es tener hermanos de la misma edad, que obvio las peleas, las rivalidades, los favoritismos y que a veces de mayores pueden ser o no amigos.

De cualquier forma, y en mi nueva línea de ser feliz a toda costa, he asumido que Blanca será hija única. Me hubiese mucho gustado darle un hermano pero no creo que su felicidad vaya a depender de ello. Mi amiga La Gallina Pintadita (Carmen) dice que nadie echa de menos lo que nunca ha tenido y, aunque no siempre ocurre, espero que sí sea el caso de Blanca. Mi prioridad en la vida es que crezca feliz y sus padres harán siempre todo lo posible para nunca se sienta sola por no tener hermanos.