martes, 23 de abril de 2013

Ese Alien que llevo dentro...

Yo no sé si es el octavo pasajero o el noveno. Desde luego son varios y hace ya bastante tiempo que dejé de creer que soy bipolar. Es más complicado ;)

El caso es que ultimamente estoy con unos cambios de humor repentinos y, sobre todo, con unas ansias de pellizcar cachetes (ahí, con saña, hasta que pique)... que me doy miedo.

Primer motivo de cabreo: Blanca se puso malita la semana pasada y ahora la que está hecha una piltrafa con fiebre soy yo. Pero lo que me cabrea es que llevo dos días mala y no he podido ni pedir cita con un médico todavía. ¿Por qué? Entre otras cosas porque he ido a trabajar (Además de mis otras ideas felices)

Segundo motivo de cabreo: No se me ocurre otra cosa que quitarle el pañal a Blanca hace cuatro días. Ideas felices y absurdas que tiene una, que se levanta  de la cama y piensa ¿Qué hago yo hoy para fastidiarnos el día o el mes? Es cierto que ella me lo pedía  continuamente, y que vamos a tener que irnos a otro país probablemente unos meses en breve, y que me ha entrado la prisa porque en ese país no hace calor y porque voy a estar mu sola... ¿Pero no era yo la que decidió respetar su ritmo? Debió ser uno de mis Aliens...

Tercer motivo de cabreo: Blanca estaba llevando bastante bien lo de no usar pañal de día hasta que volvió a la guarde y la sentaron...cada veinte minutos!!!! ¿Pero qué invento es éste? Por la tarde Blanca no quería usar el wc ni verlo en pintura. Esto se merecía pellizco más apretao... o no?!!!

Y así estamos. Tengo más Aliens exigiendo venganza y gritando por querer salir por mil motivos más. Como mis "adorables" vecinos que parecen un ganado en estampida cuando no se están gritando improperios. O las personas metiches que te dicen lo que has de hacer en todo momento. Sin olvidar que las circunstancias laborales del papá de la criatura hacen que no le veamos el pelo.

¡¡¡Grrrr!!! ¡¡¡El cuarto pasajero desea gritar un rato de nuevo!!! ¿O será el quinto? ¿O tal vez la fiebre? Nunca lo sabremos...Jajaja!

domingo, 14 de abril de 2013

El tamaño sí importa


Blanca nació grande, midió 54 cm. Y desde entonces siguió creciendo, creciendo, creciendo... de una forma asombrosa. En la última revisión, la de los dos años, fue la primera vez que estaba dentro de los percentiles en altura y, ahora, usa la talla de 3 a 4 años.

Sus grandes dimensiones siempre suscitan comentarios de todo tipo, sobre todo en personas que no nos conocen, como la típica madre en el parque que me pregunta la edad y se sorprende cuando se la digo. "¡Qué bien que esté tan grande!" o "¡Es una suerte que sea tan alta!" :s

¿Es realmente tan maravilloso? ¡Pues no!

No es nada malo ser alto, como tampoco lo es ser bajo, pero para una niña de dos años y cuatro meses tiene bastantes inconvenientes...

  1. Los extraños la intimidan cuando le hablan como si fuese más mayor y esperan de ella una respuesta acorde. La pobre tiene que escuchar comentarios poco apropiados hasta que yo salgo en su defensa diciendo su edad.
  2. En el parque siempre va a buscar a niños de su tamaño para jugar, pero ellos normalmente le sacan uno o dos años y no desean jugar con ella. La pobre se ve así misma como una más. Se me parte el alma cuando intenta jugar con niños mayores :(
  3. En la guarde la tratan como a las niñas más mayores de su clase, siendo de las más pequeñas porque nació a finales de noviembre.
  4. Nosotros mismos, sus propios padres, la tratamos a veces como si fuese más mayor. Se nos olvida lo pequeña que es todavía. A veces tengo que pararme y pensar en la edad real que tiene mi pobre princesita. Me siento horriblemente mal por eso.
Como veis no es tan extraordinariamente bueno parecer mayor ni a los 35 ni a los 2 años. Quizás en una sociedad con menos clichés, donde se espera que a determinadas edades todos hagamos ciertas cosas preestablecidas no habría tantos inconvenientes con cosas como ésta. Ya me diréis lo que os parece ;)

domingo, 7 de abril de 2013

¿Al agua patos?

Las piscinas, la playa, la bañera... todo me asusta con Blanca! Quizás es exagerado decir que me asusta pero sí me da bastante respeto. Una vez leí que un niño pequeño podía ahogarse en sólo 30 segundos. ¡Es sólo un parpadeo!
Desde entonces llevaba tiempo deseando apuntar a Blanca a clases de natación pero, entre unas cosas y otras, no había podido. Y, por fin, la semana pasada comenzamos con las clases para que aprendiera a nadar.

Los días previos le estuve hablando del tema, le expliqué que yo me metería con ella también en la piscina y que un profesor nos diría lo que teníamos que hacer. Fuimos a ver la piscina y los vestuarios para que se familiarizase con todo, y no paraba de decir que quería meterse en el agua. También fuimos a comprar un gorro y unas chanclas que le encantaron. Estaba muy ilusionada.

Pero el día X... llegó con muchas ganas a la piscina, le puse el bañador sin que dejase de sonreír, fuimos a la clase muy contentas y al entrar en el agua... ¡Se puso a llorar diciendo que se quería ir! No paraba de llamar a papi y de decir que se quería ir, no se consolaba con los otros niños ni con juguetes. Dejaba de llorar un minuto para volver a comenzar y yo no sabía que hacer. Me sentí impotente al no saber transmitirle a mi hija la tranquilidad y la seguridad que necesitaba estando a mi lado. Al final nos fuimos antes de que acabase la clase y seguimos con más llanto en la ducha (ella siempre se baña en casa)

Salí de allí super frustrada pero no pienso rendirme. No voy a obligar a la peque a hacer algo que no quiere pero tampoco voy a tirar la toalla en algo que considero tan sumamente importante. He decidido hacerlo tan gradual como ella necesite, incluso obviando las sugerencias del monitor de natación... ¡Y espero que muy pronto pueda sentirse igual de segura en los brazos de su madre tanto fuera como dentro del agua!