lunes, 23 de junio de 2014

¿Castigo o consecuencias naturales?

Llevo varias semanas dándoles vueltas al asunto de los castigos y de las consecuencias naturales. He llegado a pensar que existe una línea divisoria tan sutil que a veces es imperceptible. Cuando comencé a profundizar en la crianza con apego, en la pedagogía blanca y en otros estilos de educación alternativos nunca me planteé la dificultad para llevarlos a cabo.

De tantas lecturas lo primero que descubrí era que no me gustaban los castigos. Comprendí todas las pegas y los efectos que tienen los castigos en los niños, como que sancionan pero no educan. Un ejemplo de castigo que no enseña nada al niño es la famosa silla de pensar de ahora (el rincón de mi infancia). Ya me dirás las reflexiones que hace un peque cuando le marginan, le excluyen, le humillan y le obligan a permanecer inmóvil mirando a los demás. No creo que aprenda cosas muy positivas de esa experiencia.

Como alternativa, la mejor manera de aprender eran las consecuencias naturales porque todas nuestras acciones tienen unos efectos en los demás, en nuestro entorno, en nosotros mismos, que a veces no son las que deseamos. Un ejemplo de consecuencia natural es por ejemplo cuando un niño no estudia para un exámen y lo suspende. Éste es el típico ejemplo de libro de crianza pero...¿Qué ocurre cuando tu hijo es pequeño?

Yo personalmente, cuando Blanca era más pequeña, me servía de los tres pasos del libro de Rosa Jové sobre crianza para intentar razonar con ella. Primero empatizaba para conectar con sus sentimientos, segundo le explicaba cuando ya estaba receptiva y tercero le daba una alternativa válida para las dos. Por ejemplo, si no quería volver a casa desde el parque... "Sé que te lo estás pasando muy bien y que te apetece quedarte más rato, pero empieza a oscurecer y hace mucho frío, si quieres mañana venimos un poco antes para estar más tiempo jugando". Hasta hace muy poco, no pensaba ni en consecuencias ni premios ni nada porque todo era mucho más sencillo.

¿Dónde comienzan las dificultades?
Cuando empieza a pegar. Es algo que comenzó hace un par de meses, primero de forma leve y ahora de forma recurrente. Cada vez que le digo algo que no le gusta me pega un puñetazo (no lo hace con la mano abierta, sino con el puño cerrado) y no una vez, sino varias. Esta tarde ha sido de las peores. Me ha pegado cuando le dije que íbamos a dormir la siesta las dos porque añoche se había acostado muy tarde (no paraba de llorar por todo y realmente necesitaba dormir), cuando llegó la hora del baño, cuando llegó el momento de acostarse...
Mañana está de vacaciones por fin y no tenía prisa en que hiciese ninguna de esas cosas pero entiendo que debe pedirlas bien o al menos sin pegarme. Después de llevarme semanas explicándole que yo no le pego, que no está bien hacer daño a los demás y que no es una forma de arreglar las cosas, al no surtir efecto y agravarse el problema, he intentado "usar las consecuencias naturales"
Pero si son naturales en teoría yo no intervengo... ¿No? Pues hoy, después de varios puñetazos, me ha preguntado que si le leía cuentos como todas las noches y le he contestado que no me apetecía, que estaba muy triste porque me había pegado y que no tenía ganas de leer cuentos. Se ha puesto a llorar, la he abrazado, besado, consolado...pero no le he leído cuentos. Se me ha partido el alma pero de verdad que no me apetecía ese momento que tanto me gusta, que es nuestra rutina para dormir.

Me parece que si pega a los niños de su clase una consecuencia natural será que no quieran jugar con ella. Pero ¿Y yo? Yo la querré siempre, haga lo que haga. ¿Es una consecuencia natural, una consecuencia lógica o un castigo? Hay una línea tan fina y difusa que no puedo ver con certeza cual es la respuesta correcta.
Pensaba que si en casa no pegábamos a nuestra hija ella no sería violenta. Tengo rotos los esquemas y lo peor de todo es que no sé cómo actuar de forma que deje de pegar y sin recurrir a unas consecuencias que, o no las estoy aplicando bien o es que tampoco me gustan tanto.
¿Alguien sabe cuál es la forma adecuada?

domingo, 8 de junio de 2014

Nueva charla de Carlos González

Hace ya dos años que mi idolatrado Carlos González vino a Tomares y pude verlo por primera vez. Tenía la emoción de quien va a conocer a un ídolo de la adolescencia pero no era para menos porque, como ya narré entonces en esta entrada, él había cambiado mi vida como madre y la de mi hija. Había dado nombre a lo que me ocurría, había explicado de forma racional lo que sentía y me había facilitado las herramientas necesarias para que pudiese defender con uñas y dientes mi manera de vivir mi reciente maternidad. No estaba loca, ni sola, y nadie iba a lograr que hiciese las cosas de forma distinta a la que me salía de tan adentro.
Como era de esperar la charla me encantó pero me quedé con un par de espinitas clavadas al no poder conocerlo y al no llevarme los libros para que me los pudiera firmar. Hice un resumen bastante completo de lo que nos contó en esta otra entrada.

Esta vez las cosas tenían que ser diferentes. Blanca iba a quedarse un rato con su padre para que no se aburriera allí y para que yo pudiese prestar toda mi atención. Quedé con Carmen y me hacía muchísima ilusión ir con ella. En la charla anterior apenas nos acabábamos de conocer pero quedamos para ir juntas. Y ahora, con lo que habíamos pasado desde entonces, con lo mucho que la quiero, no podía imaginar mejor acompañante.

Íbamos a llegar temprano y a coger sitio en primerísima fila. Iba a llevarme los libros para que me los firmara, iba a decirle que había cambiado mi maternidad, iba a... ¡¡Irme otra vez con la sensación de decepción!! Porque me acerqué en seguida a él, antes de que comenzase la charla, antes de que se agolpase la gente, tan dispuesta, tan firme, me puse delante de él y casi no pude articular palabra. Le puse los libros sobre la mesa y cuando me miró me quedé...¡¡CALLADA!! Vamos, que hasta me tuvo que preguntar que a nombre de quién los dedicaba. Ni le dije lo que quería decirle ni él dio pie a poder decirle nada más después de devolverme muy amablemente mis ejemplares debidamente firmados. Pero yo no me rindo nunca, así que al terminar la charla me compré el libro que me faltaba decidida a ponerme de nuevo en la cola...hasta que vi la inmensa cola y me fui a casa, a ejercer mi maternidad reforzada de apego por la charla. No os preocupéis, no habrá dos sin tres y a la tercera va la vencida ;)

De todas formas debo decir que pensaba que la charla tendría más que ver con su nuevo libro y que iría también orientada a niños pequeños, además de a los bebés. Pero el contenido fue exactamente el mismo que el de hace dos años en Tomares, así que si os lo habéis perdido sólo tenéis que leer el resumen que hice en aquella ocasión. Ojalá podamos tenerle de vuelta pronto en Sevilla, eso sí, para hablar de la continuidad de la crianza del apego en niños más mayorcitos. Cuando empiezan a pegarte, a decirte que eres tonta y tú tienes que empatizar, mantener la calma, recordar que les quieres y no pegarte chocazos con la pared para desmayarte y así salir fácilmente de la situación.

jueves, 5 de junio de 2014

De etiquetas y otros demonios


Siempre he sido muy honesta conmigo misma y he intentado serlo con los demás. Siempre he defendido las causas que he creído justas y nunca me he guardado una opinión porque no me conveniera decir lo que pensaba. Así soy yo, inconformista, cabezota, impaciente... pero con buen corazón. Sé de sobra como soy y me gusta.
Blanca es pequeña todavía y, aunque la conozco muy bien, me encanta pensar que realmente no sé como es. Desde pequeña ha tenido algunos rasgos muy definidos y muy característicos de su personalidad, como lo de no gustarle dar besos a los demás (con la excepción de sus padres, su perro y sus hermanos de juguete), como lo de necesitar su tiempo antes de hablar con personas que no conoce o como lo de negociarlo siempre todo. Pero no me gusta decir que por eso sea tímida, sea arisca o una negociante. Sería ponerle etiquetas.